Llamamiento hace una crítica a un contexto (capitalismo, civilización, imperio) que no sólo pretende controlar cada situación sino que, intenta que no haya situación. Debe señalarse que cuando el texto habla de imperio no se refiere a una entidad supra-terreste o a una suerte de conspiración de los gobiernos, redes financieras o multinacionales. ‘El imperio está ahí donde no pasa nada’, donde reina la situación normal, donde todo funciona. En ese sentido, la estética ‘es la neutralización imperial ahí donde no se puede introducir directamente a la policía’ (y aquí podemos fácilmente pensar en proyectos urbanísticos de limpieza, pacificación y ordenamiento de territorios conflictivos a través de la construcción de museos y otros proyectos culturales).
Frente al supuesto ideal gozoso de libertad, independencia, flexibilidad y movilidad que acompaña al modelo de ciudad creativa Llamamiento plantea ‘formas-de-vida’ es decir aquellos usos y haceres que nos afectan, queramos o no, a través de todo aquello a lo que nos atamos, a lo que estamos atados. Cuesta admitir esta atadura, porque estamos poseídos por una idea estética de la libertad, la libertad de quien no está nunca en el mundo que describe, donde el único imperativo permitido es el de “invéntate, prodúcete a ti mismo”. En contraparte hay una apuesta por los modos y por los usos que recuerda a la propuesta benjaminiana del autor como productor, de actos revolucionarios que radican no tanto en los contenidos (hacer crítica, abordar temas políticamente correctos y en voga, concientizar, reivindicar, tendencias frecuentes en ciertas propuestas artísticas) sino en las formas de producción, en las relaciones entre los contenidos, los procesos y las plataformas con que se producen y circulan las obras, las formas de trabajo.
“Quien actúa, actúa hoy como niño perdido (…) Los niños perdidos son los huérfanos de todos los órdenes conocidos. Bienaventurados los huérfanos, el caos del mundo les pertenece.”
“La errancia gobierna este abandono. Vagamos. Vagamos entre las ruinas de la civilización; y precisamente porque se encuentra en ruinas, no nos será dada la posibilidad de enfrentarla. Es una guerra bien curiosa esta en la que nos hallamos comprometidos. Una guerra que requiere que se creen mundos y lenguajes, que se abran y ofrezcan lugares, que se constituyan hogares, en medio del desastre.”
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