Y la estación temblaba de temblor adorable.
Y una calma robusta
en los andenes mima
la parte abierta de la avenida
salada y alba
donde se apea
y ella
y la fragilidad magnifica.
Los trenes se apuran
por salir despacio
pues partir sufraga
horarios
de paciencia en blanco.
(Alguien ondea adióses
y es un tren que se parte
en unos ojos
con las manos vacías)
Y él, que espera, tiembla
como soplando el fuego
de una cocina
para charlar los días.
El y ella jugando
con el llegar,
izando velas
negras tiendas
de andar por casa
como en el cielo.
Después, la lluvia le recuerda
sin contar con nadie
pues en poemas de lluvia
durmió con ella,
y como animal antiguo
en sus bolsillos se ovilla
llenando de lealtad
la duda,
mientras al día
le salen ramas
por las que vamos
funambulistas
y sin rozar los nidos recién hechos
nos piden alas
las gaviotas.
Él nos traduce en cada esquina
el cuchicheo
de algún dios de paso
Desde hace fatigas,
los ríos hembra cocinan
rosas de los vientos
en este mar de tinta dibujado
como un mapa mundi
de navegables orillas
para comer poemas hasta la noche,
hasta el alba,
hasta que no te vayas
hasta zurcirnos
hasta que los horarios se doblen
y las quillas de soñar naufragios
adoren nuestra eterna deriva.
Y así comer poemas con las manos
crudas, crudos
tan recién hechos
en este incansable mar de holas
palpitantes oscuros encendidos
con sabor a sangre inventada
por los labios rotos
de escuchar el mundo.
(Fue dichoso el cansancio
de volarnos la tapa de los sueños
y sin la mas mínima duda
dejamos al sol ladrando
en el próximo verano
Intercambiamos rutas
nos comimos peces con sus nombres
mondamos lo que nos duele
del silencio mas maduro
y nos bebimos la espuma
de un mar sin contemplaciones
mientras contemplábamos
las olas de la amistad sin pausa.)
(a la llegada de Luisa y Tomas a Ferrol, 5 de Marzo 2009)
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