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este trabajo esta sacado de FLYLOSOPHY(laboratorio de tendencias)

El agua, un negocio poco transparente

Que las guerra del futuro estarán relacionadas con la posesión del agua es una frase que en los últimos tiempos no paramos de escuchar y ya es un hecho que la falta de ella o su consumo en mal estado provoca más muertes que la guerra o el terrorismo.

Parece incuestionable que el acceso al agua es un derecho de todos los habitantes de la Tierra, pero la realidad es menos “ideal”. El Oro Azul es un bien económico-comercial a la altura del petróleo, uno de los motores de la nueva economía y una mercancía que aumenta su valor, según se recrudece el mercado de la sed en los países más pobres. Podemos vivir sin muchas cosas consideradas de primera necesidad, pero imposible hacerlo sin el agua.

La ONU reconoce que el acceso al agua es un derecho de todo ser humano y se establece que cada persona necesita un mínimo de 20 litros diarios para beber, bañarse, cocinar y otros menesteres, pero estos objetivos están muy lejos de la realidad y para alcanzarlos hay que llegar a un modelo de mercado en el que no se haga negocio de la necesidad de los necesitados.

Esta premisa es difícil de cumplir por varias circunstancias. La demanda mundial de agua dulce se duplica cada 20 años, es decir, a un ritmo más de dos veces superior a la tasa de crecimiento de la población; un gran problema que se agrava debido a que los recursos híbridos están mal repartidos. El 60 % del agua está localizada en 9 países (Estados Unidos, Rusia, Canadá, Brasil, China e Indonesia). El resto, 80 naciones que reúnen el 40 % de la población mundial, se enfrentan a una desoladora penuria hídrica.

La mala explotación de esos recursos acrecienta el problema. Por ejemplo, en Latinoamérica, se da una paradoja: hay escasez de agua en una tierra con importantes recursos acuáticos naturales. Más de 130 millones de personas carecen de suministro de agua potable en sus hogares.

En São Paulo, a pesar de que pertenece al país con más manantiales de agua dulce del mundo, se enfrentan a amenazas de racionamiento del agua debido a que las fuentes para su abastecimiento están cada vez más alejadas de la ciudad, y el consiguiente coste de transporte.

Pero de todos, África es la que la que se lleva la peor parte. Según un informe de Manos Unidas, tiene un 13% de la población mundial total y la mitad de la población mundial de refugiados, el 40% de los conflictos armados se producen allí, llueve torrencialmente dos meses al año sin poder aprovechar el agua para las cosechas, ni para su uso doméstico; mujeres y niños tienen que recorrer muchos kilómetro para abastecerse de agua y por ello, los niños faltan a clase. Todos sufren graves problemas de salud debido al mal estado del agua, lo que provoca deshidratación, desnutrición, tuberculosis y cólera.

Además, la mayoría de los gobiernos son corruptos, por lo que los fondos de ayuda internacionales para infraestructura no llegan o si lo hacen son muy mermados.

En países que están mejorando su nivel económico, como es el caso de China o India, el consumo de agua ha aumentando alarmantemente. Entre otras cosas, la higiene y el adoptar una dieta occidental incrementan el consumo de comida y, con ello, de agua. Un kilo de carne de una vaca que se alimenta con granos necesita al menos 15 metros cúbicos de agua, mientras que un kilo de cereales necesita sólo tres metros cúbicos.

Mientras tanto, en los países derrochadores de agua como EE.UU., el precio del agua es tan barato que no hay conciencia de ahorro. Las grandes industrias la compran a precios muy bajos y cada persona gasta más de 1000 litros al día.

Europa consume el 70% del agua del mundo. La mitad se desaprovecha con sistemas de irrigación poco eficientes, el pésimo estado de las conducciones de agua y las malas costumbres de los usuarios. Aunque no se llega a las cuotas de EE.UU., en España, por ejemplo, se gastan 280 litros por persona al día.

Aunque parezca mentira, muchas ciudades importantes del primer mundo tienen sed. En el caso de Londres, hay grandes escapes de agua por las malas condiciones del saneamiento. En Houston (EE.UU.) o Sydney (Australia) consumen agua bastante más rápido de lo que se reconstituyen sus reservas, aunque debido a su alto nivel económico pagan por traerla de zonas cercanas. En Japón, que no tiene falta de agua, la que hay está muy contaminada. En zonas de la costa mediterránea sufren sequías abundantes agudizadas por el turismo de masas y por la agricultura.

Los gobiernos y el agua

El agua, como objeto de disputa entre gobiernos, no es algo nuevo. En India y Pakistán tuvo que mediar la diplomacia internacional para evitar una guerra por las aguas del Indo. Muchos otros ríos internacionales, entre ellos el Nilo, el Eúfrates, el Ganges y el Mekong, en el futuro pueden ser focos de litigios y las aguas del Jordán son en la actualidad un grave problema entre palestinos e israelíes.

Según datos de Manos Unidas, existen 261 cuencas hidrográficas que atraviesan las fronteras políticas de dos o más países, afectan a cerca del 40% de la población del mundo y representan aproximadamente el 60% de las corrientes fluviales del mundo. 145 naciones tienen una parte de su territorio en cuencas internacionales y 21 están metidos dentro de dichas cuencas. Esto ha motivado que en los últimos 50 años se hayan tenido que firmar 200 acuerdos para evitar conflictos.

Entre los 15 países con mayor «estrés de agua» están Arabia Saudita, Yemen, Egipto, Israel, Corea, Irak, Madagascar, España, Irán, Marruecos, Pakistán, Alemania, Italia, Sudáfrica y Polonia.

Algunos expertos afirman que las futuras guerras por el agua sólo se producirán si esto forma parte de las aspiraciones políticas de los gobiernos. Un ejemplo es el caso de Palestina, donde Israel ha invadido las cuencas del Jordán como parte de su proyecto colonialista.

La UNESCO reconoce que las crisis del agua son en gran medida crisis de gobernabilidad y apunta como obstáculos para lograr una gestión adecuada y sostenible del agua la fragmentación sectorial, pobreza, corrupción, presupuestos congelados, disminución de la asistencia para el desarrollo y de la inversión en el sector del agua, instituciones inadecuadas y participación accionarial limitada.

Para intentar mejorar este sombrío panorama, la ONU ha proclamado del 2005 al 2015, el Decenio para la Acción “Agua Fuente de Vida”. En este periodo, el reto es reducir a la mitad el número de personas que viven sin acceso al agua potable y detener la explotación no sostenible de los recursos hídricos.

Pero lograr esos resultados exige una inversión de entre 14.000 y 30.000 millones de dólares por año. Según la ONU, estos servicios deberían ser asumidos por los sectores públicos de estos países en desarrollo, pero debido a los pocos medios de que disponen y la corrupción política, la financiación del sector podrían mejorar la infraestructura. Se podrían utilizar los recursos financieros del sector privado y ampliar los servicios, a la vez que reducir la carga que pesa sobre los limitados recursos públicos.

El manejo hasta ahora del agua por el sector público, según la ONU, ha ocasionado que el coste total del abastecimiento de agua rara vez se cargue a los consumidores e incluso a las grandes industrias, lo que indica qué cantidad de agua es poco valorada y desperdiciada.

Pero reconoce este organismo que la participación creciente del sector privado recibe una crítica cada vez mayor. Existen informes de que han utilizado contaminantes peligrosos, de tuberías con escapes que no se han reparado durante semanas y, sobre todo, de aumento de los precios.

El agua como mercancía

Partidarios

Como defensores de la privatización de los recursos hídricos están el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y, por supuesto, las grandes multinacionales del sector.

El Banco Mundial pone como condición para la asignación de créditos para infraestructuras relacionadas con el agua, que participen en estos proyectos empresas privadas que avalen la rentabilidad y los beneficios económicos. Según ellos, con estas medidas de privatización se ayudarán a muchos países pobres a gestionar mejor sus recursos y, muy importante, a pagar su deuda externa.

Su punto de vista es considerar el agua como un bien económico a la vez que como un derecho social. En vez de subsidiar el suministro de agua, opinan que hay que cobrar su costo real y luego ayudar a los pobres a pagar la factura.

Según sus teorías, en el pasado, la industria y los ricos se han beneficiado más del agua en manos del sector público al conseguir agua potable a precios bajos fijados políticamente, sin tener en cuenta el verdadero beneficio de los usuarios. Mientras, los pobres tenían que comprar agua de menor calidad a un alto costo.

Fredrik Segerfeldt, académico sueco autor del libro El agua a la venta, apoya estas teorías y las ilustra con ejemplos concretos. Según el autor, la experiencia obtenida en Camboya, Guinea, Gabón y Casablanca revela que se pueden obtener buenos resultados de la participación privada en la provisión del agua.

En Gabón, por ejemplo, se concedió el suministro a una empresa francesa. El contrato fue bien gestionado por el gobierno y en él se definieron porcentajes de habitantes que tendrían que tener acceso a los servicios y obligaba a bajar los precios un 17%.

Esto se consiguió antes del plazo fijado, se aumentó la distribución de agua de primera calidad en las ciudades y también en áreas rurales, lo que además demostró que las poblaciones rurales y pobres también son un mercado importante para la empresa privada.

El libro da datos del Banco Mundial, que indican que sólo un 7% de todos los proyectos de agua en los países en vías de desarrollo con participación del sector privado han sido cancelados o problemáticos entre 1990 y el 2004. Esto confirma que este tipo de políticas ha sido un éxito.

Según estas ideas neoliberales, el paso siguiente en la privatización de la explotación de los recursos hidráulicos pasaría por fijar derechos de propiedad sobre el agua, es decir, acotar quién tiene el título de la propiedad sobre el agua.

Tomando como premisa que nadie asume responsabilidades por lo común y que este bien común es explotado hasta su extinción, la propiedad sobre el agua aportaría un aumento de la cantidad de agua disponible, ya que los dueños no estarían interesados en derrocharla. Esto provocaría más oferta en el mercado y consecuentemente el precio bajaría. Además, la posibilidad de intercambiar o vender esos derechos ayudaría a alcanzar el máximo uso del recurso y minimizaría los conflictos en torno al agua.

Los bancos de agua se plantean cómo debe ser el sistema idóneo para gestionar estos derechos de agua. La primera ventaja que aportan es que ponen un precio real y fijo al agua y, aunque no crean recursos, ayudan a cuidar los que existen.

Ya los hay en Chile, Australia o Canadá. En Europa no son aún muy utilizados. En España, concretamente, se están implantando.

El primero puesto en funcionamiento fue el banco de Estremera (Madrid) que, con apoyo del Gobierno, vende su agua como un bien privado a los agricultores de Almería al precio convenido de 0,19 euros el metro cúbico.

Si se tiene en cuenta que en España, la Ley del Agua ha fijado el precio del agua para consumo humano en 0,06 céntimos de euro por metro cúbico, está claro que los regantes de Almería pagan a muy alto precio el agua para regar.

Otros bancos, tutelados por el Estado, ya se está implantando en las cuencas del Segura, Júcar y Guadiana.

Intermon Oxfam gestiona en Etiopía bancos de agua, en este caso sin fin comercial porque se trata de guardar reservas cuando llueve para paliar la sed de poblaciones sin suministro de agua en periodos de sequía.

Detractores

En contra de esta política de privatización ha surgido un nuevo movimiento social integrado por campesinos, indígenas, trabajadores, consumidores y un amplio rango de organizaciones ciudadanas comprometidas con la lucha por el agua. Se constituyó oficialmente en Florencia paralelamente al Foro Mundial en Kyoto, bajo el nombre Foro Alternativo del Agua.

Consideran que estas ideas liberalizadoras son injustas con los recursos naturales. La ley de la oferta y la demanda se basa en que a mayor consumo, mayores ganancias, con lo que se prima el derroche y no el ahorro. Además, fomenta en el empresario la idea de que si realiza un daño irreparable en el bien, al tener un coste tan alto la reparación y ser tan difícil de cuantificar, no se le van a exigir responsabilidades.

En una política de privatización, el acceso al agua es considerada una necesidad vital, pero no un derecho humano esencial y los seres humanos son consumidores/clientes de un bien/servicio al que se puede acceder a través de los mecanismos de mercado. Poner un precio a este servicio significaría dejar en manos de unas pocas multinacionales la gestión del este recurso.

Muchos ejemplos avalan sus teorías. En EE.UU., la privatización trajo una baja calidad del agua potable llegando a encontrarse plomo, pesticidas, cloro o coniformes fecales. En Inglaterra, inmediatamente después de la privatización, los precios subieron un 55%.

Sudamérica es el ejemplo más claro de que la privatización no funciona. En Uruguay se ha reconocido constitucionalmente, mediante referéndum, la provisión de agua como bien necesario para todos los ciudadanos, por lo que no se puede contratar su suministro con empresas privadas. ¿Será como medida protectora contra el aparente interés de EE.UU. por el Acuífero Guaraní, uno de las reservas de agua subterránea más grandes del mundo que comparte con Brasil Argentina y Paraguay?

En Bolivia se produjo en el 2000 un auténtico levantamiento popular contra el monopolio de las aguas de Cochabamba adjudicadas a la empresa californiana Bechtel, debido a su abusiva política de precios.

Otros casos de descontento con los servicios privados de agua se dan en Argentina, Chile, México o Guatemala, donde los beneficios de la privatización en muchos casos se están utilizando para pagar la deuda externa. Los ciudadanos se han echado a la calle multitud de veces para protestar por el mal servicio y la baja calidad del agua.

Soluciones intermedias

¿Existe término medio entre estas posturas tan alejadas? La ONU se atreve a sugerir que una solución sería transformar el papel de los gobiernos que pasarían de financieros exclusivos y proveedores de servicios de infraestructura a facilitadores y reguladores de los servicios proporcionados por empresas privadas.

Los contratos tendrían que estar bien concebidos, con un equilibrio adecuado de normas mínimas y penalidades, así como de incentivos. En todos los casos, los gobiernos deberán participar en la supervisión y la reglamentación general, ajustar los precios…

En algunos países, el estado está subvencionando parte de la facturación de agua a ciudadanos necesitados mientras se tarifa por tramos el consumo de agua para uso doméstico, grabando a los que gastan más de lo pactado como imprescindible. Esta podría ser una solución a la polémica iniciativa del Gobierno español de grabar el consumo superior a 60 litros de agua por persona y día.

Otra medida intermedia es la de la concesión. En España es la manera más extendida y suele funcionar en ayuntamientos que ceden la explotación a empresas privadas durante un tiempo de entre 15 y 25 años. Las empresas deben realizar obras de infraestructura para dar el servicio y recuperarán el dinero de la inversión con los beneficios de la explotación. Estas adjudicaciones suelen ser otorgadas por concurso público al que mejores garantías ofrece.

En este caso, al final, casi la mitad del mercado del agua se encuentra en poder de empresas privadas. El 16,8% corresponde a sociedades privadas municipales, el 15,8% está en manos de empresas municipales, en el 11,6% de los casos la gestión es mixta, el 2,1% de mancomunidades y el 5,3% se reparte entre otras modalidades.

¿En manos de quién está el agua privada?

Con el continuo proceso de privatización y la perspectiva del reparto de grandes beneficios en un medio aún poco explotado, el agua pasa a ser en el mercado mundial un bien muy cotizado, sobre todo, para las grandes multinacionales que se convierten en “cazadores de agua”. Del mismo modo que el petróleo fue el «oro negro» del siglo XX, el agua será el oro del siglo XXI, pero esta vez de color azul.

Según el Banco Mundial, en el 2001, ya se estimaba que la industria privada del agua movía más de 1 billón de dólares. Por lo menos 93 países habían privatizado servicios del agua incluyendo Argentina, Chile, China, Colombia, Filipinas, Sudáfrica, Australia, el Reino Unido y parte de Europa, aunque menos del 10% del volumen total, es manejado por el sector privado.

Dos empresas dominan el agua privada en el mundo y las dos son francesas: Veolia y Ondeo/Suez. Estas empresas, a su vez, se han asociado con otras más pequeñas para abastecer de agua a más de 100 millones de personas en el mundo.

Veolia, en el 2005, ya facturaba más de 25,2 billones de euros, el 35% de los cuales provienen de su división de aguas. Está implantada ya en más de 57 países y tiene puesta la mirada, sobre todo, en áreas en desarrollo como el Este de Europa, Asia y Oriente Medio, es decir, países con un creciente nivel económico.

Ondeo Suez, con sus dos divisiones agua y energía, ha obtenido 41.5 billones de beneficios. Suministra agua y energía a 200 millones de personas y tiene 500.000 clientes industriales. Ha crecido un 6,3% en el 2005.

Otros nombres importantes en el mundo del agua son la alemana RWE y su filial inglesa Thames Water, además de la estadounidense Bechtel.

Otro grupo de grandes empresas que comercian con el agua son las multinacionales del agua embotellada, uno de los negocios más rentables y menos regulados del mundo y, aunque el agua embotellada ofrece garantías de salubridad en algunas partes del mundo, también es una estafa en países desarrollados donde se vende a un precio 1.100 veces superior al agua del grifo.

La venta de agua embotellada genera ganancias de entre 50 y 100 billones de dólares y aumenta un 10% al año. En el 2004 se consumieron 154 billones de litros. Pero ¿cuanto agua se desperdicia en envasar dicho agua? Seguramente más de 10 veces.

El país que más botellas de agua consume es EE.UU. con 26 billones de litros en 2004. México es el segundo, con 18 billones, seguido de China y Brasil con 12 billones. Países en vías de desarrollo como India o Emiratos Árabes son los que más están incrementando su consumo por año.

Nestlé, con 68 marcas, es el líder del sector, seguido de Pepsi Cola, Coca Cola y Danone. La principal división de productos Nestlé es Nestlé Pure Life que, según estudios, es en realidad agua del grifo purificada a bajo coste con adición de minerales. Lo mismo pasa con Aquafina, de Pepsi, que se limita a sacar agua del grifo y a añadir minerales antes de venderla envasada.

El agua embotellada es más cara que el petróleo. En Estados Unidos el galón de gasolina se compra por 2,92 dólares, mientras que el galón de agua se adquiere en el supermercado a 4 dólares. Esto está claro para empresas como Coca Cola. Basta recordar la polémica suscitada en el Reino Unido en la que la propia empresa reconoció estar envasando agua potable de Londres, para venderla como agua mineral a 3 euros el litro. Y aunque los sistemas de filtrado eliminan impurezas no hay garantías totales de que el líquido sea apto al 100%.

Según un estudio sobre aguas embotelladas, realizado por la asociación americana Natural Resources Defense Council, el agua embotellada ha aumentado su venta en América en los últimos años debido a la idea de que el que bebe ese agua bebe salud, gracias a la imagen que venden estas empresas. Analizadas más de 100 marcas se vio que la mayoría de aguas eran sanas, pero algunas estaban contaminadas con química, bacterias y arsénico.

En Inglaterra, por ejemplo, 500.000 litros de agua Dasani, perteneciente a Coca Cola, tuvieron que ser retiradas del mercado por sus altos niveles de sustancias cancerígenas.

Advierten que las leyes que rigen el agua embotellada son inadecuadas para asegurar a los consumidores su pureza o sanidad y que el etiquetado de las aguas no tiene suficiente información para que el consumidor sepa qué calidad de agua está tomando. Un 25 por ciento o más de agua embotellada es simplemente agua del grifo en una botella a veces con tratamiento adicional, a veces no.

A nivel internacional, por ejemplo en 1999, algunos envases de BonAqua, de Coca-Cola, en Brasil, tuvieron que ser retirados porque contenían moho y otras bacterianas.

En muchos países surgen voces contra el embasado de agua y otros productos derivados de ella como los refrescos. En México, Coca-Cola tiene la mayor concesión de extracción de agua, 19 para extraer agua y 8 para descargar desechos en ellas. Se extraen de estas concesiones 9 millones de metros cúbicos de agua por año. Se venden tal cantidad de botellas que el agua para producirlas equivale al consumo diario de 14 millones de personas.

En Kerela, India, otro país con gran avance de productos embotellados y con carestía de agua, ya se han prohibido los productos de Coca-Cola y Pepsi por ser dañinos para la salud y el medio ambiente. Cada fábrica extrae 1 ó 2 millones de litros de agua diarios; por 90 fábricas que hay en el país, se extraen diariamente entre 90 y 180 millones de litros. Además, cada litro de refrescos contamina 10 litros de agua y en los lodos tóxicos producidos se han encontrado altos niveles de cadmio y plomo.

Pero en el negocio de agua embotellada no sólo se consume agua, sino también mucho combustible. Mientras el agua del grifo gasta poca energía para su distribución, el agua embotellada consume gran cantidad de petróleo en su transporte.

Además, una cuarta parte del agua en botellas cruza fronteras para llegar a consumidores de otros países Por ejemplo, en el 2004, 1 millón y medio de litros de agua embotellada de los grifos de Finlandia fue vendida a Arabia Saudita.

En Estados Unidos, el 94 % de su producción se consume en el país, pero importan también agua de países lejanos para satisfacer la demanda de consumidores elitistas.

Este transporte, además de consumir recursos, afecta al propio agua embotellada que debe soportar cambios de temperatura que repercuten en las condiciones de los envases haciendo que el agua pierda propiedades.

También, se utilizan combustibles fósiles para el envasado del agua. El material mas utilizado para estas botellas de plástico es el PVC derivado del petróleo. En todo el mundo se fabrican 2,7 millones de toneladas de plástico para botellas. Este PVC es tóxico cuando se fabrica y cuando se consume. Produce dioxinas que son sustancias cancerígenas, disminuyen las defensas del organismo al dañar el sistema inmunológico y alteran el sistema hormonal. Las asociaciones de fabricantes de botellas de plástico y algunos expertos niegan que esto sea cierto.

Y ¿qué pasa con las botellas después de usadas? Deberían ser recicladas, pero en la práctica, por ejemplo en EE.UU., el 86 por ciento van a la basura o son incineradas. La incineración suelta a la atmósfera gases contaminantes y las botellas, como basura, tardan 1000 años en biodegradarse. Además, el porcentaje que se debía reciclar en muchos casos va a parar a China.

En el artículo “Geopolítica del agua embotellada”, publicado por la revista FP, nos habla del marketing y la venta de agua embotellada. Las campañas de publicidad han convencido a muchos occidentales de que el agua embotellada es de mucha más calidad. En ellas se embasa salud y, además, está muy bien visto.

Incluso, algunas marcas de agua no dudan en utilizar las botellas con fines humanitarios. El agua Belu, con una botella biodegradable, financia proyectos de agua en el tercer mundo. También la H to O, patrocinada por el director de cine Tom Shadyac. En estos casos ¿es lícito pensar que el fin justifica los medios?

Mientras, surgen campañas en contra del uso del agua embotellada. Por ejemplo, el Ayuntamiento de París, para disuadir del uso del agua embotellada, creó la campaña Eau de Paris. Con una botella de lujoso diseño, pero vacía, recordaba a la gente que el agua del grifo es igual de buena que la Evian o Perrier, las más consumidas en París.

Otra empresa hace campaña contra las botellas de agua. Neau, (no en inglés) es una botella que se vende vacía para que la llenes de agua del grifo. Es una campaña de una fundación holandesa que tiene un doble objetivo: concienciar sobre el uso del agua del grifo y recaudar fondos para abastecimiento de agua potable en el Tercer Mundo.

En el mercado del agua embotellada sorprende la cantidad de recipientes de diseño que podemos encontrar. Algunos lujosos como la botella Bling H2O, que cuesta 35 dólares y es una serie limitada adornada con cristales de Swarovski.

Agua y lujo

El negocio del lujo está plagado de referencias al agua. Los bares de agua cada vez están más extendidos y en muchos restaurantes ya existen cartas específicas con muchas referencias y, por supuesto, altos precios.

Y no hay nada mejor para cultivar el cuerpo y el espíritu que asistir a un tratamiento con aguas en los spa tan comunes ya en las grandes ciudades.

Además, si queremos disfrutar de unas vacaciones de salud, los balnearios y spa de lujo, situados en exóticos e idílicos parajes, son destinos cada vez más solicitados.

También lujosos resorts surgen alrededor del agua además de parque temático acuático.

Para no echar de menos este culto al agua en nuestras casas, las empresas especializadas nos ofrecen un amplio surtido de saunas, duchas con mil chorros y tratamientos de cromoterapia, o bañeras que nada tiene que envidiar a los jacuzzi profesionales.

Si se vive en una gran ciudad, tener piscina se ha convertido en un símbolo de alto estatus social y ha aumentado considerablemente la demanda de chalés y urbanizaciones de lujo.

Las piscinas públicas y las fuentes toman gran protagonismo en las ciudades, siendo adjudicada su construcción a arquitectos de primera fila y asignándoseles grandes presupuestos.

Deportes de lujo como el golf y el ski también dependen del agua. Tanto para mantener la hierba verde como para producir nieve artificial hay que gestionar grandes cantidades de agua dulce.

Hasta algunas empresas han pensado en agua especialmente tratada para el mejor amigo del hombre.

¿Qué pasará con este negocio si, como vaticinan, en el futuro, el agua pasa a manos de un Gran Hermano del Agua encargado de administrarla según su criterio? ¿Seremos de los afortunados en seguir disfrutando de estos privilegios? Mientras esto llega o no, un consejo: agua que no has de beber… no la dejes correr.

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